domingo, 30 de octubre de 2016

Carcelera de su libertad

"Un cuerpo desnudo sumergido en el ardor de nadie.
Un alma, que sin necesidad de tenerlo todo, no le falta de nada.
Testigo de tantas tontas dudas
alimentadas en el regocijo de un pecho cualquiera,
con una venda en los ojos que le impide ver
y un ensordecedor grito mudo,
desciende los peldaños de su infierno
y de desvanece en los mil y un miedos.

Y a tientas, palpa las rejas de sus propios muros.
Y con una lima, no destruye, sino que saca el brillo de los barrotes,
aburrida de sentirse encerrada,
pero confortada de sentirse segura.

¿Derribo o no derribo?
Y juega con su lima y devuelve al fondo
figuras de sus propias necesidades,
y finge no haberlas sentido nunca.
Juega con creer ser libre y dueña de su cárcel,
y a veces flaquea o se empodera.

¿Destruyo o no destruyo?
Y redecora el mobiliario,
y aquello lo mueve al otro lado,
y lo demás aquí, lo gira de medio lado...
Y entonces, por un momento,
le vienen aires de que algo ha cambiado,
y se sienta a esperar, con una sensación de satisfacción,
con tacto de plástico.

Y el tic-tac le devuelve a su impaciencia,
y entonces le asaltan las dudas:
¿pero quemo o no quemo?
Y va acumulando recursos adquiridos
como reliquias más dignas de un museo de anticuario;
el síndrome de Diógenes de las conductas aprendidas.
Y de tantas que acumula,
ya no llega ni a limpiar el polvo de los barrotes,
aunque con maña pinta y restaura sus muros
consiguiendo un aire nuevo sobre un olor enmohecido.

Y convencida, siente que algo decisivo ha cambiado.
Y con cierta indecisión, titubea: ¿tiro o no tiro?
Carcelera de su libertad."


La teta que sueña.