sábado, 15 de abril de 2017

No me siento.

Paso las horas encerrada en sus cárceles.

¿O son las mías?

No lo sé.

Se me han despedazado
las córneas.

Sólo siento el boqueo entrecortado
de mi oxígeno,
que se asemeja más
a la resistencia
agónica
de
un
cadáver.

Pataleo.

No me siento.

Me angustio.

No duermo.

¿Dónde estoy?

No existo.

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